La inquietud que muchos artistas experimentaban ante las consecuencias de la revolución industrial fue concretizada por el simbolismo, a través de un idealismo que recuperaba ciertas aspiraciones esenciales del romanticismo, como la reivindicación del humano frente al sistema.
El nuevo movimiento se vinculó, entonces, al misterio y a la esencia espiritual de los objetos y de los seres, tratando de dar unos equivalentes plásticos de la naturaleza y del pensamiento, representando seres rodeados de un aura mágica y paisajes tenebrosos.